A partir de los 40 años, nuestra capacidad de pensar rápidamente y adaptarnos a situaciones nuevas, conocida como inteligencia fluida, inicia un declive gradual según el Minsa y EsSalud. Este tipo de inteligencia, asociada con la rapidez mental y el procesamiento de información, es la que utilizamos para resolver problemas sin conocimientos previos, aprender rápidamente y reconocer patrones en entornos complejos.
¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA FLUIDA Y POR QUÉ DISMINUYE?
La inteligencia fluida se refiere a la habilidad para enfrentar desafíos nuevos de forma lógica y flexible, sin depender de experiencias previas. Sin embargo, con el paso del tiempo, la velocidad de procesamiento cerebral disminuye, afectando esta capacidad. Factores como el estrés, la falta de sueño y el sedentarismo pueden acelerar esta disminución, aunque mantener un estilo de vida activo física y mentalmente puede mitigar estos efectos.
Los expertos explican que esta disminución no implica que dejemos de ser capaces de resolver problemas, sino que el proceso se vuelve más lento, afectando la toma de decisiones rápidas en escenarios novedosos.
INTELIGENCIA CRISTALIZADA: LA QUE CRECE CON LOS AÑOS
Frente a la disminución de la inteligencia fluida, la inteligencia cristalizada continúa fortaleciéndose a lo largo de la vida. Este tipo de inteligencia se construye con la experiencia, el aprendizaje formal e informal, y el conocimiento acumulado, permitiendo a las personas mayores tomar decisiones informadas, resolver problemas con sabiduría y adaptarse a nuevas situaciones, aunque con menor velocidad.
Actividades como leer, aprender nuevas habilidades, socializar y mantener una vida activa ayudan a fortalecer la inteligencia cristalizada, actuando como un freno protector frente al envejecimiento cognitivo y reduciendo el riesgo de enfermedades como el Alzheimer o la demencia.
