La Navidad de 1971 quedó marcada por una de las tragedias más conmovedoras de la aviación peruana. El 24 de diciembre, el vuelo 508 de Líneas Aéreas Nacionales S.A. (LANSA), que cubría la ruta entre Lima y Pucallpa, se estrelló tras ser impactado por un rayo en medio de una tormenta eléctrica.
El accidente cobró la vida de 91 personas, pero Juliane Koepcke, una adolescente de 17 años, desafió lo imposible al sobrevivir y resistir 11 días en la selva antes de ser rescatada.
El avión, un Lockheed L-188 Electra con un historial de fallos operativos, despegó de Lima con un retraso de casi seis horas. Treinta minutos después, ingresó en una zona de tormentas severas. A pesar de las advertencias meteorológicas, los pilotos decidieron continuar la ruta programada. La aeronave no estaba diseñada para soportar tormentas eléctricas de esa magnitud, lo que resultó en su trágico desenlace.
LANSA ya había enfrentado críticas un año antes, cuando otro de sus vuelos, el 502, se estrelló en los Andes dejando 101 víctimas fatales. Este historial reflejaba graves fallas en los protocolos de mantenimiento y en la regulación de seguridad aérea en el Perú de la época.
LA ODISEA DE JULIANE KOEPCKE
Juliane, quien viajaba junto a su madre, despertó sola en medio de la selva amazónica con heridas graves: una clavícula rota, infecciones y heridas profundas. Vestida solo con un vestido ligero y una sandalia, enfrentó temperaturas extremas, insectos peligrosos y la falta de alimentos. Equipó su valentía con conocimientos básicos de supervivencia, aprendidos de sus padres zoólogos, y decidió seguir el curso de un arroyo, confiando en que la llevaría a la civilización.
Durante 11 días, subsistió con una bolsa de caramelos y soportó la agonía de sus heridas infectadas. Finalmente, encontró una cabaña abandonada donde fue descubierta por misioneros locales que la llevaron a recibir atención médica, marcando el fin de una odisea que desafía las probabilidades humanas.
El accidente del vuelo 508 impulsó cambios cruciales en la aviación peruana. En 1972, LANSA perdió su licencia para operar, y las autoridades implementaron normas de seguridad más estrictas para evitar tragedias similares. La historia de Juliane Koepcke, narrada en su libro Cuando caí del cielo, se convirtió en un símbolo de resiliencia y un recordatorio de la importancia de mejorar los estándares de seguridad.