En el cruce de la avenida Tacna con Alcázar, en el distrito del Rímac, el tránsito vehicular se convierte diariamente en un verdadero calvario para conductores y pasajeros. Largas filas de autos, bocinas ensordecedoras y motores forzados componen un escenario que se repite, sin excepción, todas las tardes. La congestión es tal que algunos automovilistas aseguran haber estado atrapados por más de una hora sin poder avanzar ni medio kilómetro.
Un problema diario sin respuesta efectiva
Lo más alarmante no es solo la falta de fluidez, sino la completa ausencia de agentes policiales que orienten el tránsito. En varias oportunidades, los propios choferes han tenido que asumir el papel de orientadores para evitar choques y destrabar la vía. Recién cuando llegan cámaras de televisión o medios de comunicación, aparecen algunos efectivos, pero sin resultados reales. Muchos de los presentes denuncian que la única intervención constante de la policía es para imponer papeletas, mas no para ordenar el tráfico.
Este caos se agrava por el uso indebido del carril exclusivo del corredor, al que ingresan conductores desesperados por encontrar alguna vía de escape. Las maniobras arriesgadas y los bloqueos en los cruces semafóricos aumentan la tensión y el peligro. La falta de planificación, la señalización deficiente y el crecimiento del parque automotor sin medidas de regulación agravan el problema.
Según estudios recientes, Lima ostenta el triste récord de ser la ciudad con peor tráfico en América Latina. Mientras en México el promedio anual de horas perdidas en hora punta es de 263, en la capital peruana esta cifra asciende a 283. Son 20 horas más atrapados en embotellamientos, producto de una gestión urbana que, por años, ha ignorado los reclamos ciudadanos y ha dejado crecer el problema sin control.
