Pese al tono desafiante que domina la actual disputa comercial, Estados Unidos no logra desprenderse del vínculo económico con China. Aun con los aranceles impuestos por el presidente Donald Trump y las represalias de Pekín, el flujo de bienes entre ambas potencias continúa siendo vital para ambas economías. Analistas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) señalan que la relación, aunque tensa, sigue siendo mutuamente beneficiosa y difícil de desmantelar sin consecuencias para los consumidores y las industrias de ambos países.
La dependencia tecnológica y de materias críticas persiste
El intercambio desigual revela la magnitud del desafío: en 2024, las exportaciones chinas hacia Estados Unidos alcanzaron los 526.000 millones de dólares, más del triple de lo que Washington vendió a Pekín. De esa cifra, una cuarta parte corresponde a dispositivos electrónicos como computadoras y teléfonos inteligentes, lo que evidencia que un alza de aranceles repercutiría directamente en los hogares estadounidenses. Además, Estados Unidos depende en más del 90 % de las importaciones de tierras raras, materiales indispensables para la producción de vehículos eléctricos, chips y equipos militares, de los cuales más del 80 % proviene de China.
En respuesta a los aranceles punitivos y a las restricciones estadounidenses sobre microchips avanzados, China ha contraatacado limitando sus exportaciones estratégicas y reduciendo drásticamente sus compras de soja a EE. UU. Desde mayo de 2025, Pekín no ha adquirido ni una tonelada del grano estadounidense, optando por abastecerse de Brasil y Argentina. Según expertos, estas medidas reflejan la creciente confianza del gigante asiático y su habilidad para reorganizar su red de socios comerciales sin depender de Washington.
Aun así, el equilibrio no ha desaparecido por completo. China todavía necesita ciertas tecnologías y componentes estadounidenses, especialmente en el ámbito aeroespacial y los semiconductores de última generación. Los especialistas coinciden en que la llamada “Chimerica”, esa interdependencia económica entre Washington y Pekín, está debilitada pero sigue viva. En la próxima cumbre de la APE, se espera que Xi Jinping y Donald Trump busquen contener la escalada arancelaria, conscientes de que un divorcio total entre las dos mayores economías del mundo sería tan costoso como improbable.