En Ichinono, un pequeño pueblo japonés de solo 60 habitantes, la crisis de natalidad se ha manifestado de una manera insólita: calles y parques están poblados de marionetas de tamaño real para llenar el vacío dejado por generaciones de jóvenes que emigraron en busca de mejores oportunidades. En estas desoladas calles, Kuranosuke Kato, el primer niño nacido en dos décadas, vive rodeado de figuras inanimadas y se ha convertido en el orgullo de los habitantes, quienes lo ven como símbolo de esperanza para el pueblo.
UNA PEQUEÑA ESPERANZA EN UN PUEBLO CASI FANTASMA
Los padres de Kuranosuke, Rie y Toshiki Kato, llegaron a Ichinono en 2021 buscando una vida más tranquila y cercana a la naturaleza, dejando atrás la ciudad de Osaka. Esta migración a contracorriente permitió el nacimiento del niño en un lugar donde no había escuchado el sonido de risas infantiles en años.
Ichiro Sawayama, el jefe municipal de 74 años, expresó su preocupación por el futuro de su comunidad. “Si se deja todo como está, lo único que nos espera es la extinción”, sostuvo a la agencia de noticias AFP. Sin embargo, la llegada del pequeño parece haber brindado una renovada motivación para revitalizar el lugar, a pesar de las normativas tradicionales que complican la acogida de nuevos residentes, como el requisito de contar con el aval de tres habitantes de largo plazo y la entrega de sacos de arroz o dinero.
Los pobladores, en su mayoría ancianos, muestran una profunda gratitud por el recién llegado. “El niño es nuestro orgullo, es prácticamente mi bisnieto”, declaró emocionada Hisayo Yamazaki, una viuda de 88 años.
Por su parte, el gobierno japonés ha catalogado la baja natalidad como una “emergencia silenciosa”, por lo que se comprometió a impulsar reformas para revitalizar las zonas rurales y frenar el envejecimiento acelerado de la población.