Tras la decisión del régimen de Nicolás Maduro de cerrar la frontera entre Colombia y Venezuela para impedir el ingreso de la ayuda humanitaria promovida por la Asamblea Nacional, los venezolanos ahora se ven obligados a cruzar el río Táchira de manera irregular para llegar hasta Cúcuta, para poder comprar comida, medicinas o simplemente huir de la crisis que se vive en su país.
Desde la semana pasada, militares y funcionarios del chavismo, han instalado contenedores llenos de arena y piedras para interrumpir completamente el paso a través de los puentes que comunica a las dos naciones. Ante esto, Colombia ha denunciado el exceso de la medida, debido a que pone en riesgo las estructuras, por el peso que representa.
En tiempos normales, la frontera colombovenezolana es un hervidero de gente, un tramo de 1,274 millas por donde unas 40,000 personas cruzan de un lado a otro cada día. Hoy, miles han empezado a buscar vías no oficiales para llegar a la nación neogranadina. Con maletas en hombros, mujeres, ancianos y niños recorren cualquier paso que le permita avanzar.
Según informe de DW en Español, el miércoles más de 3000 venezolanos pasaron a través de estos pasos ilegales, conocidos como “trochas”, los cuales están bajo el control de bandas paramilitares, del contrabando y el narcotráfico, por lo que representa un alto riesgo para la vida de quienes no tienen otra opción, dado a que al menos unos 3,900 niños venezolanos cruzaban la frontera a diario para estudiar en Colombia. Y hay cientos de pacientes venezolanos que se someten a diálisis y otros tratamientos en el lado colombiano, en medio del colapso del sistema médico venezolano.
Además, el Puente Internacional Simón Bolívar, uno de los que amaneció bloqueado esta semana, es el principal cruce entre los dos países, con 70% del tráfico migratorio, y que permanecerá cerrado hasta nuevo aviso, según lo ha anunciado el régimen de Maduro; esto cuando desde el Parlamento Nacional y el propio presidente encargado, Juan Guaidó, han dicho que insistirán en el ingreso de la ayuda humanitaria de medicamentos y alimentos que sigue llegando de Estados Unidos y otros países de la región. Entre tanto, el ciudadano común no le queda otra que atravesar el río y caminar entre matorrales y piedras.