Lo que comenzó como una puja silenciosa terminó convirtiéndose en un episodio histórico para el mercado del arte. En apenas veinte minutos, seis postores llevaron el “Retrato de Elisabeth Lederer”, de Gustav Klimt, a los 236,4 millones de dólares, colocándolo como la segunda obra más cara jamás adjudicada en una subasta. La venta formó parte de un lote de cinco piezas del artista austríaco que, en conjunto, sumaron 392 millones de dólares en Sotheby’s, Nueva York.
Un lienzo marcado por secretos y supervivencia
Detrás del retrato creado entre 1914 y 1916 se esconde una historia que va más allá de su valor económico. Elisabeth Lederer, heredera de una influyente familia de Viena, habría evitado la persecución nazi alegando que Klimt —fallecido en 1918 y no judío— era su padre. El cuadro reforzó su relato en plena confiscación de bienes durante la anexión de Austria en 1938.
La obra, de casi dos metros de altura, presenta a la joven posando con elegancia en un vestido de inspiración oriental, situada frente a un tapiz azul con motivos asiáticos. Esa imagen de lujo contrasta con el destino de la familia Lederer, cuya colección fue saqueada por el régimen nazi, dejando únicamente los retratos que consideraron “demasiado judíos” para apropiarse, según registros de la Galería Nacional de Canadá.
En años recientes, el cuadro formó parte de la colección del magnate Leonard A. Lauder, fallecido este año a los 92 años. La identidad del nuevo propietario sigue siendo un misterio, pues Sotheby’s mantiene bajo reserva el nombre del comprador que se impuso en la intensa competencia. El liderazgo absoluto en subastas continúa en manos del “Salvator Mundi”, atribuido a Leonardo da Vinci.



