La historia del turrón de Doña Pepa se remonta al siglo XVIII, en el virreinato del Perú, cuando Josefa Marmanillo, una cocinera afroperuana, vivía en el valle de Cañete.
A causa de una enfermedad que paralizó sus brazos, Josefa dejó de trabajar como esclava, pero no perdió su habilidad para preparar un turrón que destacaba entre todos sus postres. Su fe la llevó a unirse a la procesión del Señor de los Milagros, donde, según la tradición, experimentó una milagrosa curación.
Agradecida por la gracia recibida, Josefa ofreció su turrón como muestra de devoción al Cristo Moreno. Este gesto pronto se convirtió en una tradición anual que sus descendientes continuaron, y el postre pasó a llamarse “turrón de Doña Pepa”.
CONEXIÓN CON EL SEÑOR DE LOS MILAGROS
El vínculo entre el turrón y la devoción al Señor de los Milagros ha perdurado a lo largo de los siglos. Durante la procesión, los fieles no solo buscan rendir homenaje al Cristo Moreno, sino también disfrutar del turrón como parte de la celebración.
La historia del milagro de Josefa se ha transmitido de generación en generación, haciendo que el turrón de Doña Pepa se convierta en un símbolo cultural y religioso.