El caso de Luisa, la anciana que tuvo que ser rescatada por vecinos y policías tras ser encerrada y abandonada por días sin comida ni luz en una casa en Ate, solo pone de manifiesto la terrible realidad de muchos peruanos de la tercera edad, maltratados y olvidados por sus familiares.
Al otro lado de la ciudad, otra mujer, Rosa Elvira, sigue en el abandono, viviendo en una pequeña casa improvisada de madera, cartones y triplays rotos. Gana unas poquísimas monedas saliendo todas las mañanas a vender algunos productos en su humilde puesto ambulante.
Son sus vecinos quienes se encargan de ofrecerle al menos un plato de comida. Casi a la intemperie, con un solo caño de agua y sin luz, pasa las noches en la total oscuridad. Además, ha perdido todos sus bienes, pues a su edad ya no puede defenderse de la delincuencia.
De sus cuatro hijos y cuatro hijastros, solo uno de ellos la visita de vez en cuando. Según expertos, los hijos tienen el derecho legal de recibir el cuidado y la atención de sus padres, pero al ser mayores de edad también adquieren la obligación de atender a sus progenitores mayores.
Esto también conlleva una carga psicológica, basada en la empatía que recibe una persona desde su niñez en el hogar. Así, el abandonar a los adultos mayores no solo puede significar problemas con la justicia, sino un entorno en el que la misma persona acabará abandonada al cumplir cierta edad.