Octubre no solo viste de morado a Lima por las procesiones del Señor de los Milagros, también trae consigo uno de los postres más tradicionales y esperados del año: el turrón de Doña Pepa. Este dulce símbolo de fe y sabor es inseparable de un pequeño pero temido protagonista: el caramelo conocido como “rompe muela”. Su dureza ha sido motivo de bromas, anécdotas y hasta retos entre los más valientes dispuestos a morderlo.
El dulce que desafía la fuerza de los dientes
En plena avenida Tacna, epicentro limeño del turrón, decenas de comerciantes compiten por atraer a los compradores con sus propias versiones del clásico postre. Aunque los hay suaves y delicados, los tradicionales caramelos que adornan su superficie continúan siendo un desafío. Su consistencia es tan firme que, al ser sometidos a pruebas de impacto, apenas se fragmentan, lo que confirma su merecida fama de poner en riesgo más de una dentadura.
El popular “reto rompe muela” volvió a las calles, donde muchos se animaron a probar suerte intentando morder uno de estos caramelos. Algunos lo consiguieron sin problemas, mientras que otros desistieron rápidamente para evitar visitas al dentista. La escena, entre risas y gestos de dolor, demostró que la tradición turronera no solo se saborea, sino que también se vive con humor y espíritu competitivo.
Entre tanto entusiasmo, no faltaron los reclamos jocosos por parte de quienes participaron del reto sin recibir un trozo del turrón completo. Más allá del entretenimiento, el mes morado sigue siendo una oportunidad para preservar las costumbres que combinan devoción, sabor y alegría popular. El turrón de Doña Pepa, con su mezcla de miel, anís y coloridos caramelos, continúa siendo un ícono de identidad limeña, incluso cuando pone a prueba la resistencia de los dientes.


