El cardenal Juan Luis Cipriani, quien fue sancionado por el Papa Francisco y privado del uso de sus distintivos eclesiásticos por un presunto caso de abuso sexual, reapareció este lunes caminando lentamente junto a otros purpurados en Roma. Su presencia en la Basílica Santa María la Mayor no pasó desapercibida, especialmente porque fue captado portando los atuendos que le fueron restringidos por el Vaticano antes de la muerte del pontífice.
Cipriani, figura emblemática del Opus Dei y representante del ala más conservadora de la Iglesia católica, se unió a otros cardenales de diversas corrientes ideológicas mientras se aproxima el cónclave que definirá al sucesor de Francisco. El clima en los pasillos vaticanos es tenso: más allá de la oración y el recogimiento espiritual, se percibe una intensa pugna política por influir en la futura dirección del papado.
Distintos bloques, desde los progresistas como los jesuitas y franciscanos, hasta sectores conservadores como los carmelitas y agustinos, buscan articular alianzas en un tablero eclesial donde los equilibrios se han visto alterados por el legado reformista de Francisco. Expertos coinciden en que las decisiones del próximo pontífice podrían redefinir el rumbo de la Iglesia frente a temas sociales y doctrinales clave.
SECTORES CONSERVADORES
Con más del 70% del colegio cardenalicio actual designado por Francisco, el próximo Papa podría dar continuidad a su visión, aunque sectores conservadores no han dejado de maniobrar. Incluso, se señala que figuras políticas como Donald Trump intentan influir indirectamente en el proceso, respaldando nombres como el del cardenal Robert Prevost, considerado un “papable” con creciente presencia en las conversaciones del Vaticano.