Destinado a ser ídolo. El niño que soñó con el rodar de un balón, que pisó una cancha de la mano de su tío ‘Caíco’ González Ganosa y que lideró a la selección peruana en su vuelta al Mundial tras 36 años de espera, posee una historia de película.
Su presentación en sociedad fue en un set de televisión en 1994. Tras ver el dominio de balón del pequeño Paolo, se predijo, quizá no adrede, la manifestación de un futuro crack para la Blanquirroja.
Paolo Guerrero se formó en Alianza Lima, donde pactó una eterna hermandad con Jefferson Farfán. Ya cerca de la mayoría de edad, los amigos tuvieron que tomar rumbos distintos. Paolo viajaba a Alemania para integrarse al poderoso Bayern Munich. Ahí lo esperaba otro peruano, un consolidado goleador, Claudio Pizarro.
Ante tanta competencia y tras marcar algunos goles en el club bávaro, el hijo de ‘doña Peta’ decidió marcharse a otro grande de Alemania, el Hamburgo. Hasta que en 2012 llegó el gran cambio. Guerrero firmó por el Corinthians de Brasil con la intención de ganar el Mundial de Clubes, propósito que consiguió. Ya en 2015, el delantero optó por unirse al club con más hinchada del mundo, el Flamengo. En su nueva casa se consolidó como crack de Brasil.
Con la selección su historia es conocida. Se convirtió en el goleador histórico de la Blanquirroja, logró el título de máximo artillero en dos ediciones de Copa América y lideró a Perú en la clasificación al Mundial. Su triste presente no cierra su historia, solo representa un capítulo amargo.